La ciudad de Augusta Emerita, fue fundada por orden del emperador Octavio Augusto en el año 25 a. C., para acoger a los soldados de las guerras cántabras, veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina.
Desde el principio fue una ciudad amurallada, en la que tenían especial interés
los edificios de espectáculos públicos, (Teatro, Anfiteatro y Circo), además de los Foros, templos, termas, embalses y demás edificaciones que se fueron integrando en la ciudad, con los edificios de viviendas y las plazas públicas. Especialmente relevante fue el puente romano sobre el Guadiana, uno de los más largos del imperio, que se convirtió en un importante nudo de comunicaciones acorde con el rango de la ciudad. La llegada de los visigodos continuó manteniendo su importancia y fue tras la presencia de los árabes cuando comienza el declive de la ciudad, quedando prácticamente relegada al ostracismo hasta el siglo XX. Desde 1993 Mérida ha recobrado su grandeza ya que en diciembre de ese mismo año fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, siendo éste un reconocimiento de su proyección turística, uno de sus motores económicos. Desde 1983, Mérida es la sede la Capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Con una población censada en casi 60.000 habitantes.
Destacamos de Mérida su Teatro Romano que se construye bajo el patrocinio de Agripa, yerno de Augusto, entre los años 16 y 15 a.C. En el extremo oeste del pórtico del Teatro podemos ver la casa del teatro vivienda cuyo excavador, José Ramón Mélida, creyó que las estancias dotadas de ábsides con ventanas en sus cabeceras, formaban parte de una iglesia donde se reunía una de las primeras comunidades cristianas, de ahí que la denominase “Casa-Basílica”. También hay que destacar el Anfiteatro que fue erigido en el 8 a.C. como atestiguan las inscripciones halladas en sus tribunas y sirvió de escenario para espectáculos muy populares: los juegos de gladiadores, las cacerías de fieras y la lucha entre animales salvajes en escenarios artifíciales que recreaban bosques, selvas con lagunas o desiertos, todo ello sobre las grandes tarimas de madera que formaban la arena. La cabida aproximada de este coso gigantesco era de entre quince y dieciséis mil espectadores. Para terminar hay que visitar el Museo Nacional de Arte Romano, obra del prestigioso arquitecto navarro Rafael Moneo Vallés con sus colosales dimensiones, con el uso reiterado del arco de medio punto y con el empleo de ladrillo y hormigón, recrea los grandes edificios de la tardorromanidad, como las termas de Diocleciano de Roma o el mausoleo de Gordiano en Tesalónica. En su interior podremos admirar una de las mejores colecciones de escultura romana y de mosaicos de la península.
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